MENSAJE DEL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO 2014
Donde
quiera que haya sociedad humana, el irreprimible Espíritu de la
Representación se manifiesta.
Bajo
los árboles de pequeñas aldeas y sobre sofisticados escenarios en
grandes metrópolis; en salones de actos de colegios y en campos y en
templos; en suburbios, en plazas públicas, en centros cívicos y en
los subsuelos de las ciudades, la gente se reúne en comunión en
torno a los efímeros mundos teatrales que creamos para expresar
nuestra complejidad humana, nuestra diversidad, nuestra
vulnerabilidad, en carne y hueso, aliento y voz.
Nos
reunimos para llorar y para recordar; para reír y contemplar; para
aprender, afirmar e imaginar. Para maravillarnos ante la destreza
técnica, y para encarnar dioses. Para dejarnos sin respiración ante
nuestra capacidad de belleza, compasión y monstruosidad. Vamos para
llenarnos de energía y poder. Para celebrar la riqueza de nuestras
diferentes culturas, y para hacer desaparecer las barreras que nos
dividen.
Donde
quiera que haya sociedad humana, el irreprimible Espíritu de la
Representación se manifiesta. Nacido de la comunidad, lleva puestas
las máscaras y vestimentas de nuestras distintas tradiciones.
Utiliza nuestras lenguas, ritmos y gestos, y abre un espacio entre
nosotros.
Y
nosotros, los artistas que trabajamos con este antiguo espíritu, nos
sentimos impulsados a canalizarlo a través de nuestros corazones,
nuestras ideas y nuestros cuerpos para revelar nuestras realidades en
toda su cotidianeidad y su rutilante misterio.
Pero
en esta época en la que tantos millones de personas luchan por
sobrevivir, sufren bajo regímenes opresivos y el capitalismo
depredador, huyen del conflicto y la escasez; en la que nuestra
privacidad es invadida por servicios secretos y nuestras palabras
censuradas por gobiernos intrusivos; en la que se aniquilan los
bosques, se exterminan especies y se envenenan los océanos: ¿Qué
nos sentimos impulsados a revelar?
En
este mundo de poder desigual, en el que distintos órdenes
hegemónicos intentan convencernos de que una nación, una raza, un
género, una preferencia sexual, una religión, una ideología, un
marco cultural es superior al resto, ¿se puede realmente defender la
idea de que las artes deberían apartarse de las agendas sociales?
Nosotros,
los artistas de escenarios y ágoras, ¿nos conformamos con las
demandas asépticas del mercado, o utilizamos el poder que tenemos:
para abrir un espacio en los corazones y las mentes de la sociedad,
para reunir gente a nuestro alrededor, para inspirar, maravillar e
informar, y para crear un mundo de esperanza y colaboración sincera?
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