12 marzo 2009

Teatro de la pobreza


Se perdieron para el recuerdo los tiempos en que aquellos cómicos de antaño, envueltos entre harapos, se reventaban los pies por los caminos, atrochando por veredas inhóspitas, a la búsqueda del encuentro con el lugareño. El paisano pregonaría por la aldea la llegada de los cómicos. Y ya en la plazuela, da comienzo el teatro de los caminos. Surge un trueque tácito, loas, entremeses, jácaras, para calmar la hambruna. Cuentan que la gente de estos lugares, escarmentada de pícaros y embaucadores, atendían con recelo los lances de los comediantes, que por lo habitual, solían ser meneados por la concurrencia. Dicen, y ha de ser cierto, que el parroquiano reprobaba la dramaturgia por su tosquedad, arrojándoles mendrugos de pan duro. Y de cómo un cómico envalentonado, se atragantó con una de sus migas, al punto de marchar de ésta vida hacía la otra, pues se le antojaba tan extraño engullir bocado, como decir con tino las coplillas o el verso, a causa del cangelo que le daba el hambre.

Si la pieza cae jocosa, entonces los comediantes le podrán dar una tregua al ansía de comer. Hogaza de centeno y tocino.

Con las tripas atormentadas por no conocer viandas, de vuelta a echarse por los caminos. Y en ese andar impenitente, ahuyentaran los zorzales de los sembrados, mutilaran maizales y atajaran por trigales, hasta arribar a otro villorrio donde burlar el hambre.

05 marzo 2009

Mensaje para el Día Mundial del Teatro


Todas las sociedades humanas son espectaculares en su vida cotidiana y producen espectáculos en momentos especiales. Son espectaculares como forma de organización social y producen espectáculos como este que ustedes han venido a ver.

Aunque inconscientemente las relaciones humanas se estructuran de forma teatral: el uso del espacio, el lenguaje del cuerpo, la elección de las palabras y la modulación de las voces, la confrontación de ideas y pasiones, todo lo que hacemos en el escenario lo hacemos siempre en nuestras vidas: ¡nosotros somos teatro!

No sólo las bodas y los funerales son espectáculos, también los rituales cotidianos que, por su familiaridad, no nos llegan a la consciencia. No sólo pompas, sino también el café de la mañana y los buenos días, los tímidos enamoramientos, los grandes conflictos pasionales, una sesión del senado o una reunión diplomática; todo es teatro.

Una de las principales funciones de nuestro arte es hacer conscientes esos espectáculos de la vida diaria donde los actores son los propios espectadores y el escenario es la platea y la platea, escenario. Somos todos artistas; haciendo teatro, aprendemos a ver aquello que resalta a los ojos, pero que somos incapaces de ver al estar tan habituados a mirarlo. Lo que nos es familiar se convierte en invisible: hacer teatro, al contrario, ilumina el escenario de nuestra vida cotidiana.

En septiembre del año pasado fuimos sorprendidos por una revelación teatral: nosotros pensábamos que vivíamos en un mundo seguro, a pesar de las guerras, genocidios, hecatombes y torturas que estaban acaeciendo, si, pero lejos de nosotros, en países distantes y salvajes. Nosotros que vivíamos seguros con nuestro dinero guardado en un banco respetable o en las manos de un honesto corredor de bolsa, fuimos informados de que ese dinero no existía, era virtual, fea ficción de algunos economistas que no eran ficción, ni eran seguros, ni respetables. No pasaba de ser mal teatro con triste enredo, donde pocos ganaban mucho y muchos perdían todo. Políticos de los países ricos se encerraban en reuniones secretas y de ahí salían con soluciones mágicas. Nosotros, las victimas de sus decisiones, continuábamos de espectadores sentados en la última fila de las gradas.

Veinte años atrás, yo dirigí “Fedra” de Racine, en Río de Janeiro. El escenario era pobre: en el suelo, pieles de vaca, alrededor, bambúes. Antes de comenzar el espectáculo, les decía a mis actores: “Ahora acaba la ficción que hacemos en el día a día. Cuando crucemos esos bambúes, allá en el escenario, ninguno de vosotros tiene el derecho de mentir. El Teatro es la Verdad Escondida.”

Viendo el mundo, además de las apariencias, vemos a opresores y oprimidos en todas las sociedades, etnias, géneros, clases y castas, vemos el mundo injusto y cruel. Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros el construirlo con nuestras manos entrando en escena, en el escenario y en la vida.

Asistan al espectáculo que va a comenzar; después, en sus casas con sus amigos, hagan sus obras ustedes mismos y vean lo que jamás pudieron ver: aquello que salta a nuestros ojos. El teatro no puede ser solamente un evento, ¡es forma de vida! Actores somos todos nosotros, el ciudadano no es aquel que vive en sociedad: ¡es aquel que la transforma!


Escrito por: Augusto Boal
Día Mundial del Teatro: 27 de marzo