Hace bien poco que nos hemos asomado a observar el escaparate de las artes escénicas de Donostia -entiéndase Dferia- En el ámbito en el que me muevo, me ha dejado "impactado" la ausencia absoluta de mimo y cuidado en el tratamiento técnico de algunas de las obras presentadas. Nos han desquiciado las carras estrepitosas, luces que cambiaban caprichosamente como queriendo batir algún record, luz salpicando los ornamentos y la draperia del proscenio, el empecinamiento en la colocación de focos a vista arrogándose de antemano la complicidad del público, sembrados de señalizaciones en escena para hipermétropes….pero no es esto lo que quiero contarte. Supongo que por el título ya lo habrás adivinado. Las sombras de autor.
¿No te ha ocurrido nunca? Estás viendo una obra de teatro y tienes la impresión de que pasan cosas que luego realmente no suceden. Son las sombras arrojadas, lanzadas sobre cualquier parte del escenario y el arco de proscenio. ¿Es justificable el argumento de que la sombra es el resultado inevitable de la luz? Está claro que la sombra sólo se produce ante la presencia de luz y la luz es necesaria dirigirla sobre aquello que necesita verse.
Pienso que para el que ve, la oscuridad es una parte de la luz y la sombra una consecuencia que debe manejarse adecuadamente, reduciéndola a proporciones imperceptibles, a menos que formen parte del personaje. Pero cuando los haces de luz cruzan de lado a lado el escenario, cuando no están convenientemente filtrados, cuando se los programa con un flujo luminoso inadecuado, cuando el foco de luz ataca unidireccional y con angulaciones inapropiadas, cuando se disponen en ubicaciones inverosímiles, entonces y sólo entonces, van a originar profusión de sombras intensas vagando por el escenario o estampándose contra la escenografía.
En ocasiones las sombras son un recurso para crear escenas de incertidumbre, misterio, tenebrismo, instantes tormentosos…. o premeditadamente para jugar al despiste. Pero me asaltan las dudas cuando incluso en lo que podríamos calificar de pasajes prosaicos, donde no hay ni la más remota aparición de escenas oníricas o de lirismo, las sombras siguen hostigadoras, amenazantes, distrayentes, atropellándose entre ellas.
Y es que en ésta Dferia hemos visto obras teatrales con predominio de luz de calles, que han originado sombras actuando, actores/actrices robándose la luz, de repente estaban y no estaban. Mientras permanecían sus voces. Sombras impostoras, monocromáticas, histriónicas, que han adquirido tanta relevancia que parecían suplantar al actor. El espectador ha asistido a funciones donde los actores/actrices entablaban soliloquios con sus sombras. Ante ésta "nueva" tendencia de incorporar luz de calles en teatro (incluso donde no caben), hemos visto a luminotécnicos bregar combates con la irreductible rebeldía de las sombras, y a actores/actrices en dura odisea para realizar los mutis sin destrozarse las piernas.
La sombra siempre se muestra perseguidora, no figura en el elenco, ni se publicita en el cartel ni en el programa de mano, tampoco cotiza a la seguridad social ni en el régimen especial de actores.
Existe un tipo de sombra con la que actores/actrices deben competir, se trata de la traicionera, la de ademanes tránsfugas, la que atrae atenciones, miradas, la que parece rivalizar en escena por el aplauso. Ésta sombra cuando es diseñada por el iluminador recibe el tratamiento de cuestión conceptual, y por lo tanto se trata de una virtud, un merito, de todo un logro, porque son sombras con autoría, con copyright. Cosa bien diferente acontece cuando el que interviene en el montaje es el conseguidor de sombras (luminotécnico), si aparecen sombras no pensadas irrumpiendo en escena a golpe de Goo, ¡entonces compañero, las sombras se tornan ilegales, desprestigiadoras! O como diría Txetxo, ¡es que eres un paquete!
Cualquier luminotécnico con cierta sensibilidad sueña con que surja una nueva generación de actores/actrices con el gen del heliotropismo, como esto no va a ser posible, preferirían reemplazarlos por girasoles… captan, sienten, buscan la luz y además son hermosos. Para el público vidente, cuando los actores/actrices interpretan en zonas oscuras, en baches de luz, es como si no se les oyera….es como si voces alegóricas vinieran de vete a saber tu donde… ¡que no se oye! –No- ¡que no se ve! -codazo directo a los riñones y un susurro proveniente de la butaca de al lado- ¡Eh mira, una sombra huidiza…y otra…otra…otra!