Mi memoria sólo encuentra apenas a un puñado de comediantes que logren usurpar la vida de sus personajes, al parecer, están desapareciendo pero nos dejan sus huellas. El teatro sin trampas, más cercano, el que sucede a tiro de lapo, el que se arrima a nuestra existencia, el que no reniega del contacto con los sentimientos, el que se afana por trepanar nuestra conciencia.
Entramos al camerino, el santuario del cómico errabundo. Disculpen la profanación. Detenemos nuestra mirada en el retablo de postales religiosas plastificadas y durante la espera, el espejo del tocador cómplice en la metamorfosis del actor, se alía con el para suplantar otras vidas.
Aquí en el camerino, el cómico deja encerrados durante unos momentos sus temores, espanta el miedo escénico, vacía las sombras, y cuelga sobre el perchero su verdadera identidad. El camerino se convierte en un pequeño páramo de soledad donde se descubren los rasgos humanos del mito idolatrado, el retrato de un amor, la foto de la familia, el garabato de la peque que se quedo en casa…porque en ese perpetuo deambular rulando de teatro en teatro, la distancia y el tiempo nos recuerdan que hay ausencias que duelen.
-Última llamada- ¡Tercera y a escena!
El avisador repica con los nudillos sobre la puerta y el corazón en una diástole deseada brinca vomitando latidos. Es la hora. Llegó el momento de romper la clausura, de encomendarse al santoral, de confiar en el oráculo, de ahuyentar los penúltimos miedos, de olvidar quién eres. Ahora el que se encamina a cruzar el umbral del camerino hacía la trinchera abierta entre el escenario y la luneta de platea, es el personaje.
-¡Prevenido telón!....
Me preparo para levantar el telón e imagino a Mª Guerrero, Margarita Xirgú, Rodero, en el camerino maquillándose el alma, conjurando sortilegios ancestrales, ocupando unos cuerpos que no son los suyos, como antes lo hicieran los juglares o bululús.
- ¡Arriba telón!...
…y en las gentes que se asoman desde los asientos de paraíso comienza la trashumancia al corazón de otros mundos, mientras en los palcos se flirtea con los sueños y el tramoyista encaramado al laberinto del telar, siente escapar sus ilusiones porque conoce los secretos de cómo se tejen las fantasías de plástico. Por eso, del maquinista siempre se espera que permanezca inmune ante los sentimientos, y nosotros tipos rudos para no defraudar, acorazamos las emociones engarzándolas con pegotes de plastilina.
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