Comienzo de año, y acontecimientos profesionales recientes motivan a expresarme en términos de critica despectiva indeseables.
De un tiempo a ésta parte, por los teatros pulula una calaña, al parecer necesaria, de toca teclas qwerty, atrapados en un trance aparente de ludopatía tecnológica. Semejante ralea aborrece de doblar el espinazo, emprenden la fuga o remolonean ante el más mínimo atisbo que exija un leve esfuerzo físico, se caracterizan por una acérrima defensa de sus discos intervertebrales.
A los fumetas les delata la rapsodia surgida de su incontinencia verbal, luego nos encontramos con otra estirpe que recurre a la prosopopeya insuflada por una teorética fingida, en ambos casos, éstos personajes han extraviado un supuesto bagaje de conocimientos relacionados con el estudio de la luz, el análisis de la colorimetría o las tramoyas teatrales. Atrincherados en la cabina de control resisten al asedio para evitar sus apariciones por el escenario, telar o peine. Jamás padecerán de lumbalgia
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