Cuando
se tiene mucha actividad es difícil encontrar en el calendario días
libres para planificar jornadas de mantenimiento, pero los equipos se
estropean, sufren averías, están sometidos al uso diverso, en
ocasiones inadecuado, de multitud de usuarios. Y cuando se logra
encajar, con fórceps, unos días para mantenimiento ya tienes en el
taller un montón de cables por revisar, nada que no puedas liquidar
en una mañana. Resulta obsceno que gentes con sueldo y consideración
de técnicos, no de aprendices, sean incapaces de apreciar la
necesidad de las reparaciones o mejoras a realizar, y anden al
socaire de lo que les indique el compañero de turno. También es
cierto, que hay quien teniendo delante de sus morros el shuko del
latiguillo del fresnel descuajeringado, prefiere mirar para otro
lado, rehuyendo del bricolaje. Aunque lo más cotidiano es
encontrarte con técnicos de teatro que prefieren embadurnarse de
mierda antes que dedicarle unos minutos a la limpieza de las varas
con las que deben trabajar, no se, deben pensar que esa es la tarea
de la señora de la limpieza. De mantener ordenado y limpio el peine,
las galerías y puentes del telar, la bancada de frenos, los
contrapesados, las motorizaciones, los barandados de amarre.....mejor
ni lo tratamos. ¿ya no quedan técnicos orgullosos de su trabajo? El
tramoyista, el eléctrico, el sonidista, huyen del anonimato, hoy se
disputa por el protagonismo, por el manejo de los bytes, por salir al
escenario a dejarse ver simulando una necesidad innecesaria, por
aturdir al espectador con un repertorio de movimientos de luces
impacientes aunque devenga fuera de contexto....desaparecieron los
artesanos teatrales.
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