Se perdieron para el recuerdo los tiempos en que aquellos cómicos de antaño, envueltos entre harapos, se reventaban los pies por los caminos, atrochando por veredas inhóspitas, a la búsqueda del encuentro con el lugareño. El paisano pregonaría por la aldea la llegada de los cómicos. Y ya en la plazuela, da comienzo el teatro de los caminos. Surge un trueque tácito, loas, entremeses, jácaras, para calmar la hambruna. Cuentan que la gente de estos lugares, escarmentada de pícaros y embaucadores, atendían con recelo los lances de los comediantes, que por lo habitual, solían ser meneados por la concurrencia. Dicen, y ha de ser cierto, que el parroquiano reprobaba la dramaturgia por su tosquedad, arrojándoles mendrugos de pan duro. Y de cómo un cómico envalentonado, se atragantó con una de sus migas, al punto de marchar de ésta vida hacía la otra, pues se le antojaba tan extraño engullir bocado, como decir con tino las coplillas o el verso, a causa del cangelo que le daba el hambre.
Si la pieza cae jocosa, entonces los comediantes le podrán dar una tregua al ansía de comer. Hogaza de centeno y tocino.
Con las tripas atormentadas por no conocer viandas, de vuelta a echarse por los caminos. Y en ese andar impenitente, ahuyentaran los zorzales de los sembrados, mutilaran maizales y atajaran por trigales, hasta arribar a otro villorrio donde burlar el hambre.
ERES UN POETA, HASTA PARA HABLAR DE TEATRO SE TE ESCAPA LA POESÍA. ME ENCANTA LEERTE.
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