El personaje que aparecía o
desaparecía por debajo del piso del escenario se decía entonces que
subía o descendía desde el infierno. Ese averno (foso) estaba
habitado por tramoyistas de cuya pericia manejando el escotillón,
dependía en gran medida la confabulación para convertir en
verosímil la fábula. Los tramoyistas al unisono hacían girar las
ruedas de los tornos, cuerdas y cables pasando por roldanas
chirriantes, traccionaban el escotillón en un viaje enigmático
donde iban y venían los más variopintos espíritus, para asombro de
un pueblo necesitado de credulidad.
Escotaduras abiertas estratégicamente,
camufladas con atrezzo, eran descorridas en el momento acordado, y al
ritmo de la música los tramoyistas en una sinfonía melodiosa hacían
emerger de entre las entrañas del foso, a ninfas misteriosas alumbradas por diablas y candilejas.
a pesar que siempre he amado el teatro, nunca imaginé que sus presentaciones conllevaran tanto trabajo y tecnología...MUCHAS GRACIAS, HA ALIMENTADO EN MI INTERIOR AQUEL PEQUEÑO DUENDE QUE HACÍA FELÍZ MI NIÑEZ AL ASISTIR A APRECIAR LAS OBRAS DE TEATRO.
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