En alguna ocasión he tratado de pasada la manera que tienen algunas organizaciones de publicitar los espectáculos, y por lo general siempre llegaba a la misma conclusión, de que es preciso adaptar los sistemas promocionales basados en rutinas de dudosa eficacia, diversificándolos hacía estrategias más contemporáneas.
Para que nos entendamos. No dudo de que haya que continuar incidiendo mediante el empleo de los medios de difusión tradicionales, para dar cobertura informativa a un público fiel a las artes escénicas, conocedor de los cauces de información, pero habrá que aventurarse a explorar fuera del ámbito de influencia habitual si apostamos por captar a la clientela aletargada. Cómo llegar hasta ese público potencial, oculto, para hacerle saber que puede ocupar parte de su tiempo de ocio en actividad teatral. Y aquí es donde comienzan a surgir mis dudas.
La pegada de carteles al boleo, donde se puede o te dejan, los inatrayentes expositores de los teatros, las carteleras tradicionales, los anuncios espartanos en los periódicos, me parecen recursos insuficientes, cuando no desacertados, si se pretenden alcanzar otras repercusiones. Deberíamos abandonar la mentalidad inspirada en la política del resignamiento y comenzar a indagar por qué el teatro, pero sobre todo la danza, tiene en nuestra sociedad una aceptación tan minoritaria. No estoy queriendo decir que los teatros los hayamos convertido en guetos culturales, aunque a veces lo pienso, ni que la única solución para rescatar al teatro y la danza de su realidad actual pase por cambiar o mejorar exclusivamente las técnicas de marketing. No. No digo eso. Nos queda un largo trayecto en el que han de intervenir factores muy diferentes:
- Educación.
- Difusión.
- Promoción.
- Precios.
- Campañas escolares.
- Acondicionamiento de los teatros (temperatura, comodidad, luminosidad…).
- Mejora del transporte público.
Si acertamos con todos ellos, otras generaciones asistirán al renacer del teatro como un acontecimiento normal en sus vidas, y mientras nos ponemos a ello, aprendamos de los demás. ¿Cómo se logra que una ciudad respire al ritmo del jazz? Envidiable la maquinaria publicitaria del Festival de Jazz de Donostia (banderolas, tv, radio, prensa…), aunque a mí me ha llamado la atención una iniciativa, tal vez más modesta, pero muy práctica y original, además de reveladora, pues da a conocer la sociología del paisanaje, me refiero a las cajas de periódicos con la programación del evento, repartidas por los centros de hostelería.