27 julio 2009

¿Y por qué no copiar lo que funciona?


En alguna ocasión he tratado de pasada la manera que tienen algunas organizaciones de publicitar los espectáculos, y por lo general siempre llegaba a la misma conclusión, de que es preciso adaptar los sistemas promocionales basados en rutinas de dudosa eficacia, diversificándolos hacía estrategias más contemporáneas.
Para que nos entendamos. No dudo de que haya que continuar incidiendo mediante el empleo de los medios de difusión tradicionales, para dar cobertura informativa a un público fiel a las artes escénicas, conocedor de los cauces de información, pero habrá que aventurarse a explorar fuera del ámbito de influencia habitual si apostamos por captar a la clientela aletargada. Cómo llegar hasta ese público potencial, oculto, para hacerle saber que puede ocupar parte de su tiempo de ocio en actividad teatral. Y aquí es donde comienzan a surgir mis dudas.

La pegada de carteles al boleo, donde se puede o te dejan, los inatrayentes expositores de los teatros, las carteleras tradicionales, los anuncios espartanos en los periódicos, me parecen recursos insuficientes, cuando no desacertados, si se pretenden alcanzar otras repercusiones. Deberíamos abandonar la mentalidad inspirada en la política del resignamiento y comenzar a indagar por qué el teatro, pero sobre todo la danza, tiene en nuestra sociedad una aceptación tan minoritaria. No estoy queriendo decir que los teatros los hayamos convertido en guetos culturales, aunque a veces lo pienso, ni que la única solución para rescatar al teatro y la danza de su realidad actual pase por cambiar o mejorar exclusivamente las técnicas de marketing. No. No digo eso. Nos queda un largo trayecto en el que han de intervenir factores muy diferentes:

- Educación.
- Difusión.
- Promoción.
- Precios.
- Campañas escolares.
- Acondicionamiento de los teatros (temperatura, comodidad, luminosidad…).
- Mejora del transporte público.

Si acertamos con todos ellos, otras generaciones asistirán al renacer del teatro como un acontecimiento normal en sus vidas, y mientras nos ponemos a ello, aprendamos de los demás. ¿Cómo se logra que una ciudad respire al ritmo del jazz? Envidiable la maquinaria publicitaria del Festival de Jazz de Donostia (banderolas, tv, radio, prensa…), aunque a mí me ha llamado la atención una iniciativa, tal vez más modesta, pero muy práctica y original, además de reveladora, pues da a conocer la sociología del paisanaje, me refiero a las cajas de periódicos con la programación del evento, repartidas por los centros de hostelería.


26 julio 2009

¿De cuándo acá nos vino?



Compañia: CNTC
Autor: Lope de Vega
Obra: ¿De cuándo acá nos vino?
Lugar: La Cava (OLITE)
Duración: 2 horas
P.V.P: 10 euros



Ocurre una vez cada año, en las mismas fechas, gentes venidas desde distintos sitios nos disponemos a viajar al pasado, y eso ocurre a través del Festival de Teatro Clásico de Olite, es por así decirlo, como una máquina del tiempo que rezuma historia y venera a los clásicos.. Entre los torreones del castillo gótico, a sus pies, se yergue el escenario de La Cava, al raso de la noche.

Tomo asiento en la grada y mis vecinas de butaca me miran con incredulidad, deben ser asiduas, - ¿no has traído ropa de abrigo? – eehh, pues yoo, no. Al rato entiendo su pregunta, porque observo sorprendido que comienza a refrescar, a levantarse un viento que antes no estaba. Y yo en mangas de camisa presiento que se me chafó la función. Me ven aterido de frío y ellas pertrechadas con chaquetas y fulares. He debido darles lástima, porque sacan una manta que terminamos por compartir. Desde aquí, gracias a esas samaritanas sin fronteras. Pero vayamos a lo que nos ocupa.

Con la idea de recuperar esencias la Compañía Nacional de Teatro Clásico nos propone la aceptación de convencionalismos teatrales en desuso, que creíamos tener superados, mediante una escenografía ¿estilo iconoclasta? , alegórica. Ya sabes, de las que dejan rienda suelta a la imaginación, y no es que yo carezca de ella, pero a mi entender pasa desapercibida. Nadie podrá negar que resulta intemporal, y pocos podrán saber qué representa. Y claro ante ese aporte de irrealidad, es el vestuario, calzado, tocados, sombreros, utilería y el modo de decir las cosas, los que se encargan de llevar a nuestro subconsciente hasta aquella época.

Comedia de capa y espada sin duelo al uso ni honra que vengar, con ausencia de verja toledana, enredadera en tapia o muro por la que trepar al asalto de la dama a conquistar, nada de eso hay, porque no se necesita. Asistimos a una historia de amor, de disputa por un mismo amor, pero sin barreras. Madre soltera e hija en edad casadera se encaprichan de un soldado gallardo venido del frente de Flandes. Madre e hija se van inventando argucias para casarse con el, y durante el enredo aparecen otros pretendientes con séquito incluido que animan la trama. La obra tiene de todo; celos, truhanes, cortejo, casamientos convenidos, compra de voluntades, romanticismo, pasión, confabulaciones, música en vivo, bailes, cantantes, carreras de actores y actrices por el escenario, pensamientos con la entrepierna…

Actores y actrices están sobrados, se les nota bregados, curtidos en la declamación del verso antiguo, la cadencia al decirlo, el texto les va surgiendo de sus adentros de una manera fluida, espontánea. Cuando no estas acostumbrado al verso de antaño, como es mi caso, de repente te sueltan estrofas cargadas de ingenio que apabullan la mente. Mira que trato de hacerme al clásico, pero me pierdo en sus expresiones. Las escenas se suceden al ritmo de batidora, para cuando encajo una me encuentro de bruces con la siguiente, en un continuo ir y venir de personajes, en diálogos de toma y daca, para mi cerebro ametrallantes.

No sé por que razón, de dos horas de versos ininterrumpidos, mi memoria ha retenido una frase, “en doliendo la cabeza, olvidan su oficio los pies”, y en ese estado abandono Olite, aunque por suerte no tengo que patear mucho camino. Al cruzar sus campos de labranza, arropados por el rastrojo del trigo, ya duermen junto a las amapolas los girasoles. Y a eso mismo me voy yo, a dormir.

10 julio 2009

Maté a un tipo


Llegó el verano y algunos se las prometían muy felices, ¡por fin la temporada de teatro veraniega! La que nos garantiza el entretenimiento y los dineros. Pero mira tú que no, al menos en su comienzo. Si quieres estar fresquit@ este fin de semana en el Principal-Donostia (esta es la parte promocional), el precio incluye una obra de teatro donde se nos describe la amabilidad del asesinato, bueno los asesinatos que llegan a alcanzar el cariz de vicio.
No, no es comedia, no hay lugar ni para esbozar una sonrisa. Pero tampoco es drama. Entonces. ¿Qué coño es? En mi opinión, una manera como otra cualquiera de perder tu tiempo.

¡Cariño, he matado a un tipo! Y luego va y nos lo cuenta. ¡Y de qué manera! Si es que encima el muerto le debe estar agradecido. Vaya birria de interpretaciones, para conciliar el bostezo. Nada convincentes, qué pocas ganas, conscientes de ello o no, transcurrió como si tuvieran prisa (60´) por acabar de torturarnos, lo cual es de agradecer. Entre puñaladas y estrangulamientos narrados, se suceden las frases, las réplicas de relleno, sin trama, nos presentan una no historia estúpida, insulsa, deslavazada. La manera que tienen de hacer y decir, suponiendo que hubiera algo que decir, resulta mortífera, parece que quisieran se extendiera hasta el patio de butacas, como pretendiendo asesinar nuestro interés por el teatro.

Y al finalizar la representación, en los aplausos, durante el reclinatorio de cabezas, estas deseando que se desprenda del telar una bambalina asesina, para que adquiera sentido el precio pagado por la entrada (20-24 euros).

07 julio 2009

El ciclo de la danza


Dedicación exprimida al límite, perseverando cerca de la extenuación hasta encontrar el movimiento buscado, o alcanzar la sincronía que les marca su corazón.

En cada salto ascienden a las alturas hasta colgarse del vacío, allí capturarán sus anhelos. Al pisar de nuevo el tapiz, lo salpicarán de sueños prestados, recogidos en su incursión por el aire. Así de este modo, bailarina y bailarín llegan al ocaso de sus vidas en los escenarios, bailando los sueños de los demás. Y al colgar las zapatillas, liberaran sus ideas para que sean realizadas por una nueva generación.

06 julio 2009

Bailes de sentimientos

Cuantas veces he asistido a espectáculos de artistas considerados normales que daban grima, de una pobreza interpretativa de esas que te hacen perder la fe y por causas que desconozco, al finalizar la función se les reconocía su esfuerzo con aplausos de cortesía, consiguiendo hacerse un hueco en este extraño universo de ilusión que se esconde en los teatros. Y sin embargo al diferente se le excluye o se adopta ante él una actitud paternalista, compasiva.

Desde hace no mucho tiempo descubrí en el teatro pero sobre todo en la danza un mundo lleno de matices, ocurrió cuando aprendí a mirarlo desde otras perspectivas, de un modo diferente, cuando entendí que cada uno tiene su ritmo y que no tiene porque ser el mismo para todos. Sucedió al ver en el escenario a artistas, (que poco me gusta la palabra) con discapacidad, entonces me di cuenta que ell@s, como cualquier otr@ artista, tienen preocupaciones, inquietudes, sensibilidad, capacidades, deseos de comunicarse, necesidad de expresarse y de oportunidades, pero por encima de todo, de ser felices.

Por favor, entrega un poco de tu tiempo en ver éstos videos, y al terminar seguramente coincidiremos en que ell@s no necesitan compasión, sino aplausos.

* La compañía de bailarinas chinas son todas sordas, los movimientos coreográficos a realizar les son marcados por monitoras mediante el lenguaje de signos























04 julio 2009

Aclaraciones al artículo anterior


Como observo que el artículo “Razones para no cerrar un teatro” ha generado algo de confusión y por petición de alguna lectora, intentaré ser más conciso.

• Quizás el título no sea el más adecuado. Lo que quería expresar con el, era en genérico. La tristeza que me produce cuando se cierra un teatro, cualquier teatro.

• El por qué habéis vinculado los comentarios con el Antzoki Zaharra, imagino que porque al artículo le acompañaban algunas imágenes de ese teatro, junto a otras que no guardan ninguna relación con el. Con las fotos intentaba (veo que no lo he conseguido) reflejar las motivaciones para mantener activo, con vida, repito, cualquier teatro.

• Por supuesto no me voy a ocultar. Mantengo mi espíritu crítico, indócil, aún a pesar de las hostias recibidas. No negaré lo que he escrito. ¿A qué me refería? Simplificándolo mucho. A que se debe dedicar el mayor esfuerzo en evitar intervenciones similares recientes para no incurrir en los mismos, es mi opinión, errores, si se decidiera emprender su remodelación. Cito de pasada sólo algunos:

- Rehabilitación irrespetuosa con la historia.
- Reformas que dificultan o condicionan actividades.
- Equipamientos en desarmonía, en algunos aspectos mediocres, descompensados, con escasa trayectoria de futuro.
- Infraestructuras escénicas polivalentes con su problemática asociada, todo vale para todo o para casi nada, pero de manera optimizada, para poco.
- Invasión de espacios, en detrimento de la actividad que le da sentido a la existencia de un teatro.


Puedo contar hasta aquí, y aún así seguir esperando problemas.

02 julio 2009

Razones para no cerrar un teatro


Y en caso contrario, que sea para reformarlo, pero no mutilando espacios, ni cercenando contenidos, sino para dignificarlo….y me paro aquí, los que me conocéis sabéis como pienso, y los problemas que ello me acarrea. Prefiero insinuarlo gráficamente.








¿No son razones suficientes para dedicarle atención a cualquier teatro?

DFERIA-Tatami



Acabo de salir del teatro, se estrenaba Tatami. Me pongo a escribir nada más terminar la obra, para no perder el hilo de aquello que no he visto.

La historia tiene lugar en el interior de un avión durante un vuelo Madrid-Tokio. La escenografía de ambientación alusiva es resultona. Alucinante ver a los protagonistas subidos en una grúa de TV (adaptada con asientos de avión) surcando cada uno de los rincones del escenario. Subiendo a alturas vertiginosas, descendiendo abruptamente sacudidos por turbulencias, girando. La idea es brillante, y está muy bien resuelta. Por ponerle un pero, diré que se reflejan los cromados de la dolly y cuando se adapta la retina queda revelada la presencia de las tripas del mecanismo y la del manipulador de grúa. El sonido de los turbomotores para obtener un efecto enérgico, penetrante, que consiga más contundencia, que logre sacudirnos en la butaca, hubiera necesitado de cajas de subgraves.

Se traspasa a la tarima del escenario la novela de Alberto Olmos “Tatami”. Algunos vieron en la función de teatro, pasajes cargados de poesía y romanticismo,pero a mí me parece que eso es adornarlo con sesudas reflexiones entorno a la condición humana y demás zarandajas. Yo presencié una obra en clave de relato verbal con contenido erótico, la obsesión de un fisgón depravado que sólo piensa en follar. El ideario de un perturbado sexual con deseos lascivos, con claros signos de voyeurismo pederasta. Y aún a riesgo de ser inconsecuente, se podría incluso admitir, que se nos cuenta la vida de un enfermo afectivo que de buenas a primeras, te suelta un discurso tejido entorno a su intimidad. Si escarbamos un poco más, podríamos notar que muy en el trasfondo de la historia aflora la incomunicación y la soledad.

Cuando pasan delante de tus morros escenas que se retuercen en el dramatismo, esperas conmocionarte, sentir una punzada en el corazón, pero…es como si el órgano encargado de hacernos sentir, hubiera emprendido la huida de la cavidad torácica y también del teatro, aunque no, sigue ahí, pero no se estremece, más bien al contrario. ¿Soy un témpano? Los que me conocen bien, dicen que tengo la sensibilidad hospedada en la superficie de la piel. ¿Entonces? ¿Es el lenguaje engolado? ¿Su complejidad? ¿Su parida literaria? ¿Su estructura descriptiva, narrativa? Decididamente ¡No!
A mi me pareció que la obra no encontró el ritmo acertado, que los interpretes sucumbieron ante el peso del dialogo, que salieron a su encuentro pero se extraviaron en el camino indagando al personaje, que su aridez emocional nos escamoteo la vivencia de sensaciones y lastró el recorrido de nuestra imaginación. Un texto procaz lanzado en una sucesión inerte de palabras sin alma. Me esfuerzo por engancharme a la obra, ¡pero que va! No hay manera. Intercambio pareceres con una amiga, antes de escribir lo que ahora lees, e insiste en algo que yo ya sabía, soy un tipo raro.

01 julio 2009

DFERIA-Avenida Dropsie



Haber, no voy a extenderme demasiado aunque el tema da de sí, porque no merece la pena. Para qué andar con eufemismos. Si lo que se pretende es que el público huya despavorido del teatro, por ahí vamos bien. Hacía mucho tiempo que una obra teatral no me aburría tanto. Me fui cincuenta minutos antes de que terminara, aunque arrebatos y amagos de marcharme incluso a los 30 minutos del comienzo hubo varios, pero vencí a mi conciencia hasta que ya no pude más. Lo malo de ver teatro en idiomas que desconoces es que da igual que los actores sean excelentes, nunca lo sabrás.
¡Joder esto es vanguardia! Acudir al teatro a leer sobre una pantalla los diálogos, mientras los actores chillan en su lengua vernácula. ¿Snobismo? ¿Interculturalidad? ¿Convergencia de culturas? ¿Estrechamiento transfronterizo? Llámalo como tu quieras.
Y nos lo anunciarón con fanfarria "es poesía en escena". ¡Hay que joderse! Menuda patochada. ¿Poesía? Eso demuestra lo poco que algunos leen.
Escenas pantomímicas, por aquello de la universalidad, que a mí me resultaron soporíferas, cansinas. Pobre Marceau, dilapidando su legado. Al soniquete del ¡pasen y vean un diluvio en escena! Como en tiempos pretéritos se anunciaba Rambal. Que tristeza, encerrarse en un teatro para ver la imitación de la lluvia en un país donde abundan las precipitaciones. Y lo jodido es que el chaparrón es de lo mejor que pudimos ver.
Me pone de mala hostia tanto esfuerzo de la gente para obtener una puesta en escena cautivadora, que en ningún momento suplió el cómo y el qué se nos contaba, ¡porque no había nada que ofrecer!