Compañia: CNTC
Autor: Lope de Vega
Obra: ¿De cuándo acá nos vino?
Lugar: La Cava (OLITE)
Duración: 2 horas
P.V.P: 10 euros
Ocurre una vez cada año, en las mismas fechas, gentes venidas desde distintos sitios nos disponemos a viajar al pasado, y eso ocurre a través del Festival de Teatro Clásico de Olite, es por así decirlo, como una máquina del tiempo que rezuma historia y venera a los clásicos.. Entre los torreones del castillo gótico, a sus pies, se yergue el escenario de La Cava, al raso de la noche.
P.V.P: 10 euros
Ocurre una vez cada año, en las mismas fechas, gentes venidas desde distintos sitios nos disponemos a viajar al pasado, y eso ocurre a través del Festival de Teatro Clásico de Olite, es por así decirlo, como una máquina del tiempo que rezuma historia y venera a los clásicos.. Entre los torreones del castillo gótico, a sus pies, se yergue el escenario de La Cava, al raso de la noche.
Tomo asiento en la grada y mis vecinas de butaca me miran con incredulidad, deben ser asiduas, - ¿no has traído ropa de abrigo? – eehh, pues yoo, no. Al rato entiendo su pregunta, porque observo sorprendido que comienza a refrescar, a levantarse un viento que antes no estaba. Y yo en mangas de camisa presiento que se me chafó la función. Me ven aterido de frío y ellas pertrechadas con chaquetas y fulares. He debido darles lástima, porque sacan una manta que terminamos por compartir. Desde aquí, gracias a esas samaritanas sin fronteras. Pero vayamos a lo que nos ocupa.
Con la idea de recuperar esencias la Compañía Nacional de Teatro Clásico nos propone la aceptación de convencionalismos teatrales en desuso, que creíamos tener superados, mediante una escenografía ¿estilo iconoclasta? , alegórica. Ya sabes, de las que dejan rienda suelta a la imaginación, y no es que yo carezca de ella, pero a mi entender pasa desapercibida. Nadie podrá negar que resulta intemporal, y pocos podrán saber qué representa. Y claro ante ese aporte de irrealidad, es el vestuario, calzado, tocados, sombreros, utilería y el modo de decir las cosas, los que se encargan de llevar a nuestro subconsciente hasta aquella época.
Comedia de capa y espada sin duelo al uso ni honra que vengar, con ausencia de verja toledana, enredadera en tapia o muro por la que trepar al asalto de la dama a conquistar, nada de eso hay, porque no se necesita. Asistimos a una historia de amor, de disputa por un mismo amor, pero sin barreras. Madre soltera e hija en edad casadera se encaprichan de un soldado gallardo venido del frente de Flandes. Madre e hija se van inventando argucias para casarse con el, y durante el enredo aparecen otros pretendientes con séquito incluido que animan la trama. La obra tiene de todo; celos, truhanes, cortejo, casamientos convenidos, compra de voluntades, romanticismo, pasión, confabulaciones, música en vivo, bailes, cantantes, carreras de actores y actrices por el escenario, pensamientos con la entrepierna…
Actores y actrices están sobrados, se les nota bregados, curtidos en la declamación del verso antiguo, la cadencia al decirlo, el texto les va surgiendo de sus adentros de una manera fluida, espontánea. Cuando no estas acostumbrado al verso de antaño, como es mi caso, de repente te sueltan estrofas cargadas de ingenio que apabullan la mente. Mira que trato de hacerme al clásico, pero me pierdo en sus expresiones. Las escenas se suceden al ritmo de batidora, para cuando encajo una me encuentro de bruces con la siguiente, en un continuo ir y venir de personajes, en diálogos de toma y daca, para mi cerebro ametrallantes.
No sé por que razón, de dos horas de versos ininterrumpidos, mi memoria ha retenido una frase, “en doliendo la cabeza, olvidan su oficio los pies”, y en ese estado abandono Olite, aunque por suerte no tengo que patear mucho camino. Al cruzar sus campos de labranza, arropados por el rastrojo del trigo, ya duermen junto a las amapolas los girasoles. Y a eso mismo me voy yo, a dormir.
Con la idea de recuperar esencias la Compañía Nacional de Teatro Clásico nos propone la aceptación de convencionalismos teatrales en desuso, que creíamos tener superados, mediante una escenografía ¿estilo iconoclasta? , alegórica. Ya sabes, de las que dejan rienda suelta a la imaginación, y no es que yo carezca de ella, pero a mi entender pasa desapercibida. Nadie podrá negar que resulta intemporal, y pocos podrán saber qué representa. Y claro ante ese aporte de irrealidad, es el vestuario, calzado, tocados, sombreros, utilería y el modo de decir las cosas, los que se encargan de llevar a nuestro subconsciente hasta aquella época.
Comedia de capa y espada sin duelo al uso ni honra que vengar, con ausencia de verja toledana, enredadera en tapia o muro por la que trepar al asalto de la dama a conquistar, nada de eso hay, porque no se necesita. Asistimos a una historia de amor, de disputa por un mismo amor, pero sin barreras. Madre soltera e hija en edad casadera se encaprichan de un soldado gallardo venido del frente de Flandes. Madre e hija se van inventando argucias para casarse con el, y durante el enredo aparecen otros pretendientes con séquito incluido que animan la trama. La obra tiene de todo; celos, truhanes, cortejo, casamientos convenidos, compra de voluntades, romanticismo, pasión, confabulaciones, música en vivo, bailes, cantantes, carreras de actores y actrices por el escenario, pensamientos con la entrepierna…
Actores y actrices están sobrados, se les nota bregados, curtidos en la declamación del verso antiguo, la cadencia al decirlo, el texto les va surgiendo de sus adentros de una manera fluida, espontánea. Cuando no estas acostumbrado al verso de antaño, como es mi caso, de repente te sueltan estrofas cargadas de ingenio que apabullan la mente. Mira que trato de hacerme al clásico, pero me pierdo en sus expresiones. Las escenas se suceden al ritmo de batidora, para cuando encajo una me encuentro de bruces con la siguiente, en un continuo ir y venir de personajes, en diálogos de toma y daca, para mi cerebro ametrallantes.
No sé por que razón, de dos horas de versos ininterrumpidos, mi memoria ha retenido una frase, “en doliendo la cabeza, olvidan su oficio los pies”, y en ese estado abandono Olite, aunque por suerte no tengo que patear mucho camino. Al cruzar sus campos de labranza, arropados por el rastrojo del trigo, ya duermen junto a las amapolas los girasoles. Y a eso mismo me voy yo, a dormir.
Es que las navarricas somos así de hospitalarias. Anda que ir en camisa en plena noche a ver teatro en La Cava, es como para hacerte fotos.Ni te preocupes, yo llevo seis años viendo clásico en Olite y me pasa lo mismo que a tí, y si te fijas bien al resto de la gente les ocurre lo mismo. Espero que se te pasara el dolor de cabeza, tampoco fue para tanto.
ResponderEliminarJo tu debes ser del norte ¿no? llamarle fresco al viento frio que soplaba el sábado noche en Olite, ¡eres un valiente!
ResponderEliminarTe estoy imaginando como un pajarico encogidico en la butaca.
Son las aventuras y desventuras de ver teatro al raso de la noche, pero por lo menos nos reímos un rato.
¿Deberas te gustó? A mi me pareció pesada, demasiado larga.
ResponderEliminarOs aseguro que lo de ir en mangas no me vuelve a pasar, no se si lo de llevar manta sea un pelin exagerado,no seré yo quien lleve la contraria a los del lugar, porque yo la agradecí un montón.
ResponderEliminarDe la hospitalidad de l@s navarr@s doy fé.
Reirnos, reirnos, con verdaderas ganas...cuando un actor capa en ristre (que parecía tener vida propia) a punto de salir volando, va y dice "...y es que las promesas a de llevarselas el viento", que temeridad, con la que soplaba en Olite la carcajada estaba servida.
Eva, del norte soy.Pero no un valiente, sino un imprudente. Cada vez disfruto más del teatro al aire libre, es recuperar un poco de nuestros recuerdos, de aquellos que nos hicieron felices. A mi me gusto, estaba muy bien tejida, cada vez que pestañeabas te encontrabas con una nueva escena. No os podeís imaginar el tremendo trabajo que hay detras de una obra como esa parar subirla a escena. Puede que al hablar en jerga antigua haya expresiones que se nos escapan, pero en ningún instante supone la desconexión de la obra. ¿Te la imaginas subtitulada? Supondría una pérdida para los sentidos.
Pues nada,el año que viene nos vemos por allí. Lleva bufanda.
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