Vuelvo a escuchar que la cultura y en particular el teatro, no tiene que rendir cuentas, que por definición dados los beneficios que aportarían los valores que persigue, se deberían asumir sus déficits económicos. No estoy del todo convencido de que ese argumentario sea defendible. Hablo desde lo público porque los teatros privados son otra cosa.
En primer lugar no todas las obras teatrales persiguen inculcar, divulgar, transmitir “valores o principios” que conviertan a las personas en seres humanos mejores, hay obras, y esto todos lo sabemos, que están enfocadas exclusivamente al divertimento de un modo insustancial, grotesco, a “matar el tiempo”. Por tanto queda en entredicho que ese tipo de teatro contribuya a transformar la sociedad. Pienso que si el público no acude al teatro, comprometiendo su pervivencia, no debemos aferrarnos a la banal excusa del factor azar, existen otros componentes que afectan negativamente, cito unos pocos:
- salas inconfortables.
- Puestas en escena adulteradas respecto a su concepción primigenia. Se adecua el formato para representar y hacer caja.
- Promoción y marketing deficiente, insuficiente, inadecuado, delegado, restringido hacia estratos sociales concretos, limitados.
- El fomento de regeneración de nuevos públicos se aborda de manera testimonial, inadecuada, inconstante, diluida.
Y como ya expresé en alguna otra ocasión, los actores y actrices tienen que acordarse de serlo, y los directores de escena han de regresar del estado de nirvana en el que se hayan sumidos.
Volviendo al origen del asunto que estamos tratando, soy de los convencidos de que el mini universo teatro debe de estar sometido a auditorías de entes externos cuando se constituye en régimen de monopolio público. Si consideramos la actividad teatral como un bien público, entonces se ha de exigir la fiscalización, vigilancia y control de su gestión, porque ésta puede incurrir en ineficiencia, en una administración de recursos materiales y humanos inapropiada ó previsión de expectativas erradas que determinan las condiciones del contrato abocándolo al fracaso.
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