Hace unos días hablando con una amiga actriz acerca de futuros proyectos me confesó que había visto el blog y que le parecía bonito, espero y deseo que después de leer esto mantenga la misma opinión. Estoy seguro que así será porque no es nada corporativista y porque en cierto modo, ella me inspiro el artículo cuando me decía con desanimo pero desparpajo – Kar, hay actores que ponen el mismo énfasis al pronunciar "te quiero" que "¡me meo!"- Y yo te creo, porque tienes razón. Es parte del problema.
¿Escasean las autenticas vocaciones?, ¿hay desgana en la escena?, ¿ausencia de oficio?, ¿deslumbran las luces de neón?, ¿cuesta tanto romper las telarañas para expresar las emociones? Una cosa es que el público aceptando los convencionalismos teatrales sea dócil y predispuesto, ¡pero coño que se le tome por tonto, NO! Si no la quieres besar (y tú sabrás por qué), ¡pues no la beses!, pero liarte con un paripé en pose estilo tirabuzón de tango gardeliano pasional, y que se note que sólo hay un apretujar de mejillas…no se, algo está fallando… ¿a ver si va a ser que debido a un fallo técnico no han podido morrearse como mandan los cánones del corazón? ¿Qué les pasa a los actores de esta era?, ¿les disgusta serlo? Algunos de los que yo conozco, inician la representación a las puertas del teatro utilizando técnicas de camuflaje chuscas, dicen que para resguardar su intimidad. Llegan a la función casi acompañando la entrada del público, como necesitados de notoriedad y sobrados de arte. Es otro tipo de teatro en el que intervienen el ego, la petulancia, las vanidades, las sonrisas sintéticas nada convincentes, el marketing personal. Con ademanes apresurados tropiezan con el camerino donde van a caracterizarse al sprint. Aún les queda tiempo para contactar con el mundo exterior - llamada de móvil- ¡oye! ¿Te parece que luego quedemos para tomar unas copas?
- Irrumpe la regidora en el vestíbulo, esforzándose por mantener la compostura – ¡Por favor a escena!
…y ya a pie de escenario, la hornada de artistas, entre cajas despliega el arsenal de estrategias para apoderarse del espíritu del personaje; ejercicios aeróbicos, movimientos espasmódicos, sonidos guturales regurgitados. Hay que desinhibirse. Uno cree hallarse ante la visión de una chaladura o cuadro psicótico, si no fuera porque sucede en el interior de un teatro. El método acongoja, parece ofrecer un futuro interpretativo ilusionante, prometedor. Pero la experiencia introspectiva no se ve refrendada en escena y termina siendo decepcionante. Más de lo mismo, actores robóticos, clónicos, escupen el texto en soniquete, muerden las palabras, gula con las frases, les puede la excesiva confianza en hábitos académicos, en rutinas escénicas con olor a alcanfor. Con las prisas, parece como si el personaje transfigurado en okupa, se quedara habitando en el camerino encadenado a un profundo suspiro, o conmocionado con el último politóno enviado por el enésimo ligue del verano. Pero seamos optimistas. Dejemos el pesimismo para tiempos mejores.