En algún que otro teatro con alharaca ceremoniosa se lanzan timbres impostados del tipo ringtone que no dan la pega, haciéndonos esbozar un rictus jocoso provocado por el intento pretencioso de emular un sonido natural, con resultado tan artificial. El empeño por replicar lo tradicional de una manera cutre disponiendo de tecnología digital y modelos de sonidos casi infinitos, nos lleva a pensar en los criterios de elección aplicados y en las capacidades auditivas de los sujetos que determinan cuáles han de ser los timbres (avisos) enlatados, en códice indescifrable para el espectador, previo al comienzo de la función. No existen estándares regulados, ni locales ni internacionales.....algunos han resuelto que el procedimiento idóneo consiste en, primero un timbrazo...pasado un tiempo, dos timbrazos...y ya casi para comenzar, tres timbrazos seguidos...se da por supuesto la capacidad cognitiva del público para discernir entorno a semejante jerigonza.
Resultarían más comprensibles los avisos locucionados, semejantes a; “faltan cinco minutos para que comience el espectáculo.....faltan tres minutos para que comience el espectáculo...el teatro X les da la bienvenida, la obra tendrá una duración aproximada de N, por favor silencien sus teléfonos...el espectáculo va a comenzar.”