Los
teatros que no organizan producciones propias participan en
permanentes etapas contra reloj para llegar a dar función de los
espectáculos de otros a la hora prevista. Hay teatros que caminan
prácticamente sólos, pero también los hay con estructuras
jerárquicas de utilidad cuestionable. En éstos últimos donde
surgen de la nada departamentos de necesidad ficticia previa
capitulación con el político cultural de turno, imperan las
reuniones a modo de ritual mesiánico. No dudo de la reunión como
herramienta organizativa del trabajo, siempre que las reuniones se
mantengan bajo unas premisas claras y no se conviertan en si mismas
en el objetivo perseguido, porque entonces se está justificando un vodevil demasiado caro. Con frecuencia a las reuniones llegan
temas e incidencias que podrían resolverse dentro de la rutina de
trabajo o relación diaria. Pero si abundan, pensemos que son para la
búsqueda de una permanente mejora sometida a los criterios
subjetivos de un “líder” al que se le otorga mandato hasta ad
mortem. Lo malo es cuando se llega a adquirir el síndrome de la
reunionitis, a partir de aquí, hay que ponerse en tratamiento
facultativo, no suele aceptarse el contagio, te darás cuenta si
observas sus síntomas.....no te lío, si quieres profundizar:
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