Junto
al tropel de focos arremolinados en la baranda del palco de
proscenio, los querubines del teatro Mariinsky dirigen las
operaciones para llenar de luz y colorido la escena. Una redecilla a
modo de elemento disuasor salvaguarda la vida al resto de los
mortales. El alma de Anna Pávlova deambula en tutú en una sucesión
de arabesques. Y las Bose 802 escupiendo corcheas.... Me sigue entusiasmando como en ocasiones
con tan pocos recursos, humildes técnicos, logran maravillas dignas
de admiración, sin duda poseen una capacidad creativa y oficio
envidiables.
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