Hace dos años escribía acerca de algunas compañías de teatro residentes y fortificadas en la ayuda pública, grupos lacrimógenos obsesionados en reclamar de manera insistente la tutela económica de los gobiernos autonómicos, para poder afianzarse y medrar en democrática competencia desigual. Se financia el mensaje y al mensajero aunque haya pocos con quien comunicar. Mejor nos iría subvencionando al espectador y estimulando la generación de nuevos públicos.
Que tiene de malo. En esta vida nadie algo por nada, siempre nos mueve un interes, a veces también el dinero. No me parece que eso sea malo, ni tengamos que rrasgarnos las vestiduras por ello.
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