Vivimos tiempos de cambios, de desechar las costumbres, de adaptación al presente, de despreciar el pasado. Tiempos, donde en aras de la modernidad, imperan los comportamientos de declarada vocación rupturista con un pasado, que ha tutelado nuestro actual presente. Aunque existan momentos, en que pueda parecer que se desvirtúan sin remedio los ideales primigenios, mantengamos el recuerdo de aquel espíritu, que hizo posible el despertar de los sueños adormecidos, en aquellas generaciones que esbozaron nuestro presente.
"Cuando recuerdo a las gentes del teatro, pienso en el tramoyista, porque tiene mejor que nadie, arraigado el sentido de lo dramático.
En esta profesión donde cada uno trabaja dominado por un sentimiento, el del tramoyista es quizás, el más elogiable. El actor, cuando actúa, piensa en sí mismo, su texto, su vestuario, sus entradas y salidas de escena: el decorado no le preocupa en absoluto. Egoístamente orienta sus actos sobre un personaje, el cual parásita. Sus sentimientos no son desinteresados. El busca su éxito personal. No es lo mismo para el que trabaja con el decorado, durante semanas clavando, encolando, serrando, pintando...etc. realizando cien componendas diversas, arreglando las escenas para que todo funcione.
Carpintero, herrero, gabiero, tapicero, pintor, cerrajero, obrero e ingeniero a la vez, el tramoyista hace de todo. Para hablar del teatro, sería necesario primero, hablar de la maquinaria y reconocer el trabajo de los tramoyistas. En la familia singular del teatro, está el poeta que escribe la pieza, el maquinista que construye el decorado, el actor que sabe decir el sentido de las cosas invisibles y el tramoyista que maneja hábilmente las tramoyas. Todo lo que se del teatro lo he aprendido con los tramoyistas en los telares o sobre el escenario, en este espacio imaginario donde suceden acciones imaginarias, a las que llamamos piezas de teatro."
Tratado Práctico para Fabricar Escenas y Máquinas de Teatro. Nicola Sabbattini. 1638.
Extracto traducido del prefacio escrito por Louis Jouvet en 1941.
"Cuando recuerdo a las gentes del teatro, pienso en el tramoyista, porque tiene mejor que nadie, arraigado el sentido de lo dramático.
En esta profesión donde cada uno trabaja dominado por un sentimiento, el del tramoyista es quizás, el más elogiable. El actor, cuando actúa, piensa en sí mismo, su texto, su vestuario, sus entradas y salidas de escena: el decorado no le preocupa en absoluto. Egoístamente orienta sus actos sobre un personaje, el cual parásita. Sus sentimientos no son desinteresados. El busca su éxito personal. No es lo mismo para el que trabaja con el decorado, durante semanas clavando, encolando, serrando, pintando...etc. realizando cien componendas diversas, arreglando las escenas para que todo funcione.
Carpintero, herrero, gabiero, tapicero, pintor, cerrajero, obrero e ingeniero a la vez, el tramoyista hace de todo. Para hablar del teatro, sería necesario primero, hablar de la maquinaria y reconocer el trabajo de los tramoyistas. En la familia singular del teatro, está el poeta que escribe la pieza, el maquinista que construye el decorado, el actor que sabe decir el sentido de las cosas invisibles y el tramoyista que maneja hábilmente las tramoyas. Todo lo que se del teatro lo he aprendido con los tramoyistas en los telares o sobre el escenario, en este espacio imaginario donde suceden acciones imaginarias, a las que llamamos piezas de teatro."
Tratado Práctico para Fabricar Escenas y Máquinas de Teatro. Nicola Sabbattini. 1638.
Extracto traducido del prefacio escrito por Louis Jouvet en 1941.