22 agosto 2009

Desnudos en Central Park



Cae el día en Central Park.
Un árbol, una roca, un banco, un puente con barandilla y al lado una farola. Mucha hierba artificial y, al fondo sobre un "ciclorama" nutrido de los colores del atardecer, los rascacielos de Nueva York pintados sobre un material plástico. Según va cogiendo temperatura con el calor que desprenden los focos, el cielo comienza a presentar arrugas, algo parecido a como si fuera a resquebrajarse. Pero vayamos al principio. Comienza la función y mira tú si es rara la naturaleza, porque estando apagada la farola, se ilumina el banco, el árbol y el césped del parque donde transcurre la acción, y al concluir este acontecimiento paranormal, termina por encenderse la farola y los panoramas que iluminan el cielo de Nueva York.

La luz, ¡hay la luz! Basta decir que hay más en las escenas de noche que en las de día, y la culpable va a ser…digamos una farola. Un foco montado a las bravas en un botalón a la vista de todo chichi birichi, que a parte de joder cuando se enciende a las primeras filas de butacas y proyectar sombras noctámbulas sobre el decorado, sirve para nada más. Y el mismo foco erre que erre, vuelve a encenderse ahora en la escena de día, generando más sombras conocidas, repetidas. Entra en escena el guarda del parque, al ver a Gerry con su portátil trabajando, se disculpa –Gerry contesta- ¡No, no se preocupe, apenas queda ya luz! –y recoge el ordenador- Hasta aquí todo normal, sino fuera porque llevamos veinte minutos con una luz resplandeciente sobre el escenario que se mantendrá hasta el final de la representación, y todos los días la misma matraca. Luz sin sutilezas, y la escenografía se presta, es muy agradecida para crear cualquier atmósfera lumínica. Existe tanto rebote de luz sobre el decorado, que la máquina de reflejos de agua no produce reflejo alguno perceptible sobre el arco del puente.

Para tratarse de una puesta en escena naturalista, a la roca fabricada en porespan se le nota demasiada falsedad, la morfología, orientación, color y texturas guardan poca similitud con las encontradas en la naturaleza.

Los efectos de audio (sonidos de sirenas, circulación tráfico, voces…) son sacados por P.A porque la compañía rechaza el uso de monitores internos en escenario, con lo que se pierde el sentido de la realidad, toda naturalidad. Los graznidos de los patos son lanzados por los altavoces de la sala, cuando la lógica exige un monitor camuflado debajo del puente, en el estanque, para que el efecto tenga cierta verosimilitud. A estas alturas de mi trabajo, ya no cuestiono nada, me he acostumbrado de tal manera a tanta desidia técnica ajena, a los criterios surrealistas de los demás, que no merece la pena agotar energías en causas perdidas.

Comedia discreta, moderada, de humor recatado. La obra mantiene una marcha constante, comedida, de trama simple con temor a aventurarse, a ir algo más allá, ni tan siquiera lo busca, pasa de puntillas con continuos amagos hacía cuestiones que darían mucho más de si.

Los artistas están obligados a moverse en un palmo de terreno marcado por la escenografía, y esto es bueno, porque sus movimientos en escena no rellenan espacios, como sucede tantas otras veces.

3 comentarios:

  1. El tono de la comedia ni fu ni fa, pero se dejaba ver, para pasar un ratillo.

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  2. Los actores son buenos ¿no?

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  3. Estan bien tus comentarios sobre las tripas que rodean a las funciones.Son novedosos.

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