08 octubre 2008

Nómadas en el camerino



Mi memoria sólo encuentra apenas a un puñado de comediantes que logren usurpar la vida de sus personajes, al parecer, están desapareciendo pero nos dejan sus huellas. El teatro sin trampas, más cercano, el que sucede a tiro de lapo, el que se arrima a nuestra existencia, el que no reniega del contacto con los sentimientos, el que se afana por trepanar nuestra conciencia.

Entramos al camerino, el santuario del cómico errabundo. Disculpen la profanación. Detenemos nuestra mirada en el retablo de postales religiosas plastificadas y durante la espera, el espejo del tocador cómplice en la metamorfosis del actor, se alía con el para suplantar otras vidas.

Aquí en el camerino, el cómico deja encerrados durante unos momentos sus temores, espanta el miedo escénico, vacía las sombras, y cuelga sobre el perchero su verdadera identidad. El camerino se convierte en un pequeño páramo de soledad donde se descubren los rasgos humanos del mito idolatrado, el retrato de un amor, la foto de la familia, el garabato de la peque que se quedo en casa…porque en ese perpetuo deambular rulando de teatro en teatro, la distancia y el tiempo nos recuerdan que hay ausencias que duelen.

-Última llamada- ¡Tercera y a escena!

El avisador repica con los nudillos sobre la puerta y el corazón en una diástole deseada brinca vomitando latidos. Es la hora. Llegó el momento de romper la clausura, de encomendarse al santoral, de confiar en el oráculo, de ahuyentar los penúltimos miedos, de olvidar quién eres. Ahora el que se encamina a cruzar el umbral del camerino hacía la trinchera abierta entre el escenario y la luneta de platea, es el personaje.
-¡Prevenido telón!....

Me preparo para levantar el telón e imagino a Mª Guerrero, Margarita Xirgú, Rodero, en el camerino maquillándose el alma, conjurando sortilegios ancestrales, ocupando unos cuerpos que no son los suyos, como antes lo hicieran los juglares o bululús.


- ¡Arriba telón!...

…y en las gentes que se asoman desde los asientos de paraíso comienza la trashumancia al corazón de otros mundos, mientras en los palcos se flirtea con los sueños y el tramoyista encaramado al laberinto del telar, siente escapar sus ilusiones porque conoce los secretos de cómo se tejen las fantasías de plástico. Por eso, del maquinista siempre se espera que permanezca inmune ante los sentimientos, y nosotros tipos rudos para no defraudar, acorazamos las emociones engarzándolas con pegotes de plastilina.

04 octubre 2008

Antzoki Zaharra la otra historia


Si no recuerdo mal, han transcurrido ya unos cuatro años desde la redacción del presente escrito que hoy abandona la clandestinidad. Sé que el tema resulta algo farragoso y poco estimulante de leer, pero adquirí el compromiso de su divulgación y he de cumplirlo. Sin embargo, cada vez que me encuentro en semejantes tesituras, vienen a mi memoria los sonetos de una entrañable amiga poeta; “la verdad no mancha los labios de quien la cuenta, sino la conciencia de quien la oculta”. Ante ese dilema moral aunque la verdad se diluya entre las palabras, siempre se debe emprender su búsqueda para comprender las diferentes verdades de cada uno, y erradicar la imposición del pensamiento dogmático, exclusivista, hegemónico. Por esas sendas casi seguro que nos encontraremos.

En la Web de Donosti Cultura (DK) figuran (y aún permanecen) unas referencias históricas entorno al Teatro Principal-Donostia, que a mi entender y tras un minucioso análisis de las fuentes documentales originales, introduce cuando menos, elementos “confusos” que derivan en imprecisión.

Para ser más claros. El relato histórico y anecdotario que aparece en la Web está extractado, “calcado”, mal copiado, de las obras de dos autores diferentes (a los cuales por una cuestión de códice deontológico se les debería citar en escolio en lugar de arrogarse el copyright):

- “Arquitectura Pública en la Ciudad de S.Sebastián (1813-1932)”. Mª Carmen Rodríguez Sorondo. (1985).
- “Cinematógrafos donostiarras”. Javier Mª Sada. (1991).

La historia narrada recurre por momentos al travestismo lexicográfíco, entremezcla los párrafos de los autores y con todo ello confecciona un pastiche que da como resultado, la descontextualización de las obras de sus autores para expresar lo que ellos nunca dijeron.

Aseverar que es el teatro más antiguo de Donostia puede parecer un guiño a la antigüedad digno de elogio como si constituyera por si mismo una virtud prestigiable, aunque la afirmación carezca de veracidad. El teatro de 1845 ya no existe, tuvo una vida de 80 años. El edificio actual obra de Alday (con numerosas modificaciones) e inaugurado en 1932, tan sólo tiene 74 años de historia. Insinuar que el teatro Principal tiene siglo y medio de vida, es proceder a la exhumación arqueológica de un teatro fenecido, derribado. Si por ocupar parte del solar del teatro construido en 1845 y llamarse igualmente Principal, se le otorga la consideración del teatro más viejo de la ciudad, entonces también podríamos defender que el auditorio Kursal emplazado en el mismo solar donde se ubicó desde 1922 el antiguo Kursal, le confiere al auditorio una antigüedad de 84 años. La arquitectura, espacios, materiales, el estilo arquitectónico del que fuera Antzoki Zaharra en nada se asemeja al teatro Principal que hoy conocemos. De modo que cuando se hace la referencia al “teatro más antiguo de la ciudad” nos estamos adueñando de un periodo de la historia de un teatro inexistente. En el desaparecido teatro de aquella época (1845-1925) actuaron Antonio Vico, Catalina Bárcena, Maria Guerrero, Margarita Xirgú, Loreto Prado, Perico Chicote, y un interminable elenco de artistas prolífico de enumerar, aunque aquellos acontecimientos pertenecen al extinto teatro Principal.


Pero sigamos. Entremos en lo que para mí constituye una sucesión cronológica de acontecimientos algo embarullados. En lo que yo denomino, desvirtuar sivilinamente el lenguaje. ¿Cómo se puede calificar de reforma al derribo, la demolición, la desaparición, la destrucción total del edificio? El párrafo primero de la web concluye; en 1933 se realizó una nueva reforma y fue reinaugurado el 5 de agosto de ese año”. Esta mención inmediatamente después de aludir al teatro de 1843 y a la restauración del mismo en 1900, se enlaza sintácticamente -¿ex profeso?- en una funesta visión de lo que significa armonizar la convivencia entre lo antiguo y lo innovador. Pero además el relato conexo se podría interpretar como que en 1933 se abordó una nueva reforma de mejora del teatro proyectado por Echeveste (1845). Cuando en realidad lo que sucedió es que se comenzó a construir un nuevo teatro (Arquitecto: Rafael Alday) entre 1931 y 1933. No se efectuó por tanto una reforma de recuperación, de arreglos del teatro antiguo (1845- Arquitecto: Echeveste), ya que éste fue declarado en estado de ruina cerrando sus puertas en 1925 y se destruyó en 1931.

Los viajes por la historia siempre deparan sorpresas, y este no iba a ser menos. En un arrebato repentino por tutelar valores artísticos, sociales, culturales, históricos o vete a saber tu qué, se enreda aún más el nudo para afirmar que la historia del teatro Principal comienza en realidad en 1828. Vincular el teatro del Cubo (1828-1863) que estuvo en las murallas (Puerta de Tierra) con el Principal de antaño, es sencillamente reinventarse, tergiversar la historia acerca de los orígenes del Principal. Porque con esos mismos ¿criterios, postulados?, podemos situarlo también en 1826 cuando las comedias se daban en un almacén de la calle el Puerto, o retroceder más en el tiempo, hasta 1818 cuando el ayuntamiento decidió destinar la casa de Aliri en la calle Trinidad, para representaciones teatrales. Pero si lo hiciéramos estaríamos birlando el rigor histórico, interpretando la historia, embadurnándola, adaptando los acontecimientos del pasado a las conveniencias del presente, en lugar de transmitirla desde la neutralidad.

¿Qué más se dice en la Web de DK? Pues que “…el teatro Principal fue inaugurado en 1843”. Y aquí comienza un autentico galimatías rocambolesco, cuando párrafos posteriores contradicen el año de inauguración citado, al mencionar “…en enero de 1844 fueron expuestas por Echeveste los pliegos de condiciones que habrían de regir en la edificación del teatro”. Para continuar diciendo "… en enero de 1845, las obras estaban prácticamente finalizadas". Desconcertante el baile de fechas (aún sin corregir). Pero es que además difícilmente se pudo inaugurar en el año 1843, porque fue precisamente en ese año (23 diciembre 1843) cuando se formó la comisión que se ocuparía del proyecto para construir el teatro.
Y para continuar argumentando que la fecha de inauguración es errónea, diremos, que al Sr. Mignagoren se le encargó la construcción de diversos decorados de escena, obligándole a entregar el telón de boca con su mecanismo (torno) de accionamiento y cuatro decorados (quedando cinco decorados por fabricar) para el 30 de noviembre de 1844. ¿Más razonamientos? El 28 de enero de 1844 a las 11 horas se fijo el plazo para celebrar subasta pública en las que se adjudicarían las obras de cantería y carpintería gruesa, albañilería y hojalatería del teatro. En enero de 1845 las obras estaban casi terminadas (faltaban los decorados de Mignagoren), y ya en agosto de 1845 se celebraron bailes públicos en el Principal en honor a la visita de la reina Isabel II. Pero aún hay más, el inicio del cuarto párrafo de la Web vuelve a contradecir la fecha inaugural de su primer párrafo, al decir, “el 18 de noviembre de 1843 el arquitecto municipal Joaquín Ramón Echeveste presentó los planos del nuevo teatro…”. Entonces, nadie se ha preguntado en DK ¿Cómo lograron construir un teatro en 44 días? Si se pretende ensalzar la historia de los teatros de gestión pública, los únicos que todavía posee la ciudad, trasladando como valor histórico primordial el factor tiempo, ¿No convendría divulgar semejante proeza? No estaría tampoco demás que comprendiéramos, que el pasado es nuestro presente con fecha de caducidad, y para tenerlo se ha de preservar.

Pero concluyamos. En la página Web se muestra como curiosidad sorprendente la intensa vida cultural del teatro Principal en la que las compañías de teatro, opera y zarzuela, recalaban en la ciudad de 3 a 5 meses ofreciendo su repertorio de obras, pero lo relacionan y lo ligan con el Principal desde 1931. Sin embargo una somera incursión por la hemeroteca (Pueblo Vasco 26-febrero-1931) de la época lo desmiente, situando los hechos de esa frenética actividad mantenida en el teatro Principal durante el periodo que abarca desde 1845 hasta 1925, año en que cayó definitivamente su telón.

Y ya para terminar. Si intentas imprimir en papel la historia indeleble del Antzoki Zaharra, la que se relata en la Web de DK, obtendrás un folio en blanco. ¡Compruébalo! Es como una historia fantasma, un espejismo, la historia se pierde en un trayecto misterioso, como cuando escribes con la espuma de las olas varadas sobre la arena de la playa…o algo parecido, aunque mucho menos romántico.



Pontevedra -2004



Bibliografía consultada

- “San. Sebastián en el siglo XIX”. Ángel Pírala. (1900).
- “Del San. Sebastián que fue”. J.Mª Peña Ibáñez. (1999).
- “Arquitectura Pública en la Ciudad de San Sebastián (1813-1922)”. Mª Carmen Rodríguez Sorondo. (1985).
- “San Sebastián 1812-1912. Del Teatro del Cubo al Teatro Victoria Eugenia”. Xavier Aramburu Puente. (1991).