03 agosto 2008

Ñaque o de piojos y actores


¡Buff! ¿Por dónde empezar? …fueron tantas las sensaciones vividas como los recuerdos encontrados. Si te digo que en la noche de Olite Talía apareció para despertar a mi corazón, pensarás, ¿qué hace este tipo aireando sus romances? Y tendrías razón. ¡Pero no! Estos son amoríos metafóricos, platónicos, de los que no involucran ni comprometen. ¿O tal vez, si?, a veces incluso demasiado. Debe ser por la noche, en ella busco la tranquilidad necesaria para escribir, pero cuando le quitas tiempo al sueño también aparecen la incoherencia, las frases alambicadas y la facilidad para divagar. Hoy ni tan siquiera me siento capaz de organizar el revoltijo de pensamientos, muchos de ellos van a quedarse huérfanos. Disculparme por el batiburrillo y los brincos de ideas, resulta que andan enredando los sentimientos y no puedo con ellos.

No suelo ser muy devoto y si más dado al paganismo, pero ver representar "Ñaque o de piojos y actores" (IX edición del Festival de Teatro Clásico de Olite) ha insuflado en mí una extraña fe por el teatro. El hecho de presenciar esta obra en el claustro de San Pedro me hace albergar alguna que otra duda entorno a la influencia monacal para captar en mí esta inusitada devoción teatral.
¡Que gran acierto! Sacar el teatro afuera del edificio teatral, a otros espacios donde no se encuentre tan constreñido, oprimido, peripuesto, cautivo, con tanta naftalina. El teatro hoy necesita ser rescatado de los teatros para llevarlo y acercarlo hasta la gente. Teatro clásico en un claustro. Un claustro que tiene por ábside la bóveda celeste de Olite y sobre ella las estrellas custodiando para no romper el hechizo. Allí estaba la luna luciendo solidaria, como guardiana contratada para ese día, y a su lado el labriego venido desde Ujué, la estudiante de Pamplona con rictus serio y Sara de Tafalla con su incesante risa, ¡que magnifico contraste!

Llega la hora anhelada, el momento mágico, el instante de la abdución que nos trasladará a otros tiempos. Nos perdemos en un leve pestañeo y nuestros ojos descubren a su regreso que nos encontramos a 400 años del presente. Por entre el atrio empedrado irrumpen Ríos y Solano, dos cómicos de la legua del siglo XVII que van a ir desgranando sus desventuras, las penurias de unos juglares errantes que actuaban en plazuelas, posadas, rúas, que desparramaban briznas de cultura contenidas en loas, entremeses, autos y, lo hacían por los lugares más remotos de la meseta castellana. Era una época dura para actores/actrices, pasaban hambre, tenían pésima reputación, se les consideraba pícaros y embaucadores, eran repudiados obligándoles a acampar a una legua de las murallas de las ciudades, pueblos o aldeas.

Tremendo el trabajo actoral de Juan Alberto López y Yiyo Alonso -(actores/productores)- ¡Que lección magistral de teatralidad! Impartieron cátedra acerca de la palabra escenificada, historia y humanidades.

Hay una escena en la obra donde Ríos le dice a Solano -"el arte requiere de artificio, de apariencias y tramoyas"- traigo a colación este texto porque imbrica con anteriores artículos del blog, al parecer ya por entonces también había inquietud por la puesta en escena, aunque no alcanzaba el cariz de contubernio actual. Ésta obra es otro claro ejemplo, de que para generar ilusión, para que te atrape una obra teatral, para obtener la excelencia, no son vitales las inversiones millonarias en aparato escénico, como tampoco es imprescindible mutilar magnificentes edificios teatrales en aras de una presunta ¿funcionalidad? para acabar obteniendo mausoleos, donde el acontecimiento más relevante lo constituya la pasamanería y el boato de los espacios de relación-convivencia junto con un deshabitada platea. ¡Demasiadas ínfulas!

Ñaque o de piojos y actores está dotada de una puesta en escena casi rigurosamente historicista, minimalista para que el artificio escénico no engulla el texto interpretado, por escenografía una cortina colgada y un arcón metamórfico que tan pronto es bergantín, como carromato, camastro o alacena.

Si tu pasión es el teatro deberías ir a verla allí donde se represente, aunque sea hasta el último confín del universo galáctico.

Ríos le espeta a Solano -"No es el público el que viene al teatro. El público cuando salimos a escena, ¡ya está ahí! Somos los cómicos los que venimos."- y yo apostillo- ¡Que así sea, mientras el mundo siga aquí!